Cuando Dios guía con prudencia
- Pastor Otoniel Font

- 6 days ago
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En la historia de José vemos algo profundamente revelador sobre la manera en que Dios guía a sus hijos. En la primera ocasión, ante el temor evidente, la instrucción divina fue clara y directa: “no temas”. Dios habló con autoridad, removiendo el miedo y dando una orden específica. Sin embargo, más adelante ocurre algo distinto. José vuelve a experimentar temor, esta vez al saber que Arquelao, hijo de Herodes, gobernaba en Judea. Y aquí Dios no responde de la misma manera. No le dice “no temas”, no lo impulsa a enfrentar el peligro ni a insistir en el mismo camino, sino que valida su temor y le da una nueva dirección: “vete a Nazaret”. Esta diferencia no es casual, es intencional.
Lo extraordinario de este momento es que Dios no reprende a José por sentir miedo. Tampoco le exige un acto de fe que ignore la realidad. Al contrario, Dios reconoce el discernimiento de José y lo guía desde la prudencia. Esto nos enseña que no todo temor es falta de fe; hay temores que nacen del entendimiento, de la observación y de la responsabilidad. En este punto, Dios no está corrigiendo una debilidad, está afirmando una madurez. Le está diciendo, en esencia: “tienes razón”. Y cuando Dios afirma nuestra capacidad de discernir, nos está llevando a un nivel más profundo de relación con Él.
Aquí está la clave espiritual de este pasaje: las primeras instrucciones que José recibió fueron direcciones claras y sobrenaturales, pero la última no fue una orden directa, sino una expresión de prudencia divina. Dios no siempre nos hablará con una voz audible, una revelación impactante o una palabra profética específica. Hay temporadas en las que la guía de Dios se manifiesta a través de la sabiduría que Él mismo ya depositó en nosotros. Esperar siempre una señal extraordinaria puede ser una forma sutil de ignorar la responsabilidad espiritual de pensar, evaluar y decidir con madurez.
Vivimos en una generación que muchas veces busca desesperadamente una palabra profética que resuelva cada decisión, sin reconocer que hay etapas en la vida donde Dios espera que caminemos aplicando lo que ya sabemos. Sabiduría y prudencia no son ausencia de fe; son evidencia de crecimiento espiritual. Cuando Dios nos ha formado, cuando hemos caminado con Él el tiempo suficiente, muchas de sus respuestas no vienen como órdenes, sino como confirmaciones internas que nos invitan a actuar con sensatez.
Una de las direcciones más grandes que una persona puede recibir en su vida no es solo “ve” o “haz”, sino la capacidad de discernir cuándo avanzar, cuándo detenerse y cuándo cambiar de rumbo. La prudencia también es una forma de obediencia. La sabiduría también es dirección divina. Y entender esto nos libera de la ansiedad de querer oír siempre algo nuevo, para comenzar a honrar lo que Dios ya nos ha dado: un corazón sensible, una mente renovada y la capacidad de decidir bajo Su guía.




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