Formados en lo oculto
- Pastor Otoniel Font

- Dec 24
- 2 min read
Dios habló en sueños y dio una instrucción clara: ir a Galilea, específicamente a Nazaret. A simple vista, este movimiento parecía insignificante, incluso cuestionable, pero en realidad era parte del cumplimiento profético. Las Escrituras ya anunciaban que el retoño de Dios saldría de un lugar despreciado, de un sitio que no despertaba admiración ni expectativa. Nazaret no era sinónimo de grandeza; era un pueblo pequeño, ignorado y menospreciado. Tanto así, que incluso uno de los discípulos llegó a preguntar: “¿Puede salir algo bueno de Nazaret?”. Sin embargo, Dios no se deja guiar por la opinión humana, sino por Su propósito eterno.
Nazaret no fue un accidente en la historia de Jesús; fue el taller de su formación. Allí, en lo cotidiano y silencioso, el Hijo de Dios aprendió un oficio, trabajó con sus manos y vivió una vida aparentemente común. El Salvador del mundo no comenzó con multitudes ni escenarios, comenzó con madera, herramientas y obediencia. Antes de los milagros públicos, hubo años de anonimato. Antes de la cruz, hubo disciplina diaria. Nazaret representa ese lugar donde Dios forma el carácter antes de revelar el llamado.
Esto nos confronta directamente con la mentalidad de nuestra sociedad actual. Hoy se anhela ser descubierto de un día para otro, alcanzar fama inmediata y reconocimiento sin proceso. Vivimos en una cultura donde muchos se vuelven conocidos no por su carácter, integridad o aporte, sino por frases vacías, acciones absurdas o momentos virales sin profundidad. La exposición ha reemplazado a la formación, y la popularidad ha tomado el lugar del carácter. Pero Dios no trabaja así; Él prioriza quién eres cuando nadie te ve.
Jesús nos enseña que lo oculto es esencial. El tiempo en Nazaret no fue una pérdida, fue una inversión divina. Allí se forjó la humildad, la obediencia y la fortaleza interna que luego sostendrían el peso del ministerio público. Dios suele llevarnos a lugares inesperados, a temporadas silenciosas y a procesos que no entendemos, porque ahí se construye la esencia que nos permitirá permanecer firmes cuando llegue el momento de ser vistos.
Si hoy te sientes en un “Nazaret”, en un lugar donde nadie aplaude, donde el esfuerzo parece invisible y el reconocimiento no llega, recuerda esto: Dios no te ha olvidado, te está formando. No apresures el proceso ni desprecies la temporada. La gloria pública sin carácter privado no permanece. Todo lo que Dios usa poderosamente, primero lo forma profundamente. Nazaret no es el final; es el comienzo de lo que Dios está preparando en ti.




Comments