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Sabiduría antes de la Palabra

En el mundo espiritual actual, es común ver a muchas personas buscando señales y palabras proféticas para tomar decisiones importantes en sus vidas. Congresos, actividades y reuniones llenas de fuego espiritual son lugares donde la gente ansía escuchar un mensaje que les diga exactamente a dónde ir o qué hacer. Sin embargo, es vital entender que la sabiduría y la prudencia son fundamentales antes de dejarse llevar únicamente por palabras proféticas. Una dirección divina no siempre llega en forma de palabra audible; a veces, llega a través de discernimiento y entendimiento en nuestra vida diaria.


El ministerio profético tiene un valor inmenso, pero todo tiene su tiempo y espacio. No se trata de rechazar las palabras de Dios, sino de saber cuándo y cómo aplicarlas. Muchas veces, Dios nos da una palabra para guiar nuestra vida en un momento específico, pero eso no sustituye la necesidad de aprender a tomar decisiones con sensatez y responsabilidad. La clave está en balancear la revelación profética con la sabiduría práctica que el Espíritu Santo también nos puede dar.


Aprender a recibir sabiduría y prudencia de Dios implica tener un corazón dispuesto a escuchar y a obedecer, incluso cuando la dirección no es espectacular o impactante a los ojos del mundo. La sabiduría nos enseña a discernir cuándo algo no está bien y a tomar decisiones con seguridad. La prudencia nos protege y nos guía en situaciones donde las emociones o la impulsividad podrían desviarnos del camino correcto. Cuando buscamos a Dios en ambos aspectos, Él nos da la claridad necesaria para avanzar con confianza.


Además, la intuición espiritual es un instrumento poderoso que Dios usa para protegernos y guiarnos. A veces, lo que algunos llaman “intuición” es, en realidad, la voz del Espíritu Santo indicándonos dónde estar o qué evitar. Reconocer estas señales requiere tiempo, experiencia y un corazón atento a la voz de Dios. No siempre necesitamos una palabra profética externa; muchas veces, la confirmación de Dios viene desde dentro, a través de esa paz interna o sensación de dirección que nos evita peligros y nos mantiene en el lugar correcto.


Finalmente, Nazaret representa un principio espiritual que debemos aplicar en nuestras vidas: el lugar de formación. Es allí donde Dios trabaja nuestro carácter, nos prepara y nos forma poco a poco para lo que vendrá. Desde la paciencia hasta la disciplina, Nazaret nos enseña a esperar, a madurar y a reconocer que los procesos divinos son graduales. Solo cuando estamos listos, Dios nos saca de ese lugar de preparación hacia su propósito, a menudo en lugares inesperados, con nuevas oportunidades y desafíos. Aprender a vivir con sabiduría, prudencia y dirección interna es la verdadera clave para caminar firmes en nuestra fe.



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